Mipueblomehacecantar.DR
Árbol de la vida.
Alzado el árbol,
Sobre sus propias raíces.
Extiende sus brazos,
Hasta llegar al universo cósmico de los ancestros,
Interconectándose con la divinidad de dioses y estrellas.
Veo cada rama de este árbol,
como si fueran mis tíos y tías,
Mis hermanos mayores y hermanas;
Sobre ellos están otras ramas más pequeñas,
Ellos son mis primos y primas,
Mis sobrinos y sobrinas más grandes.
Los bebes sonríen desde su copa,
Son sus nuevas hojas,
Flores frescas de la familia,
En fuertes naranjas y azules,
Colgando desde la corona misma del orgulloso árbol.
A veces veo a mi padre bajo la lluvia,
Caminando solo y pensativo.
Mirando en silencio las diferentes generaciones de su entidad.
El cielo vierte entonces un leve suspiro,
Y del árbol emanan palabras sabias para sus nuevos pimpollos.
Al fondo del tronco,
Veo a mis abuelos y abuelas,
Abrazados descansan en el vientre de la tierra.
Veo el color violeta de la vida y de la muerte,
Entrelazándose como puentes entre las raíces mismas,
Hasta dispersarse para siempre en el vasto territorio de esta tierra.
Sofia Buchuck
Dedicado a mi padre.
***
Lo que heredaré .
Heredaré de mi madre su cocina,
Los manteles bordados bajo la luna,
Las ollas de barro arrinconadas en el gallinero.
Aquellas gruesas de hollín de las que nunca se deshizo,
Aun en inundaciones y huaycos cargo con ellas,
Y callada, Mi madre sabe que la fiesta es grande,
Y en ellas bullen los guisos más sabrosos.
Heredare los vasos altos y anchos,
Que entre cenas y veladas se habían juntado de varios juegos,
haciéndose familiares.
No aun no compres nada me dice a mis 33,
con su voz de amapolas suaves.
Heredare también los cucharones de madera,
Que cuelgan ya gastados en un palo desde el techo de la cocina.
Las gallinas y sus polluelos,
las mazorcas de maíz.
El danzarín pato,
los cuyes,
Y el gallo volador.
Heredare además el plato hambriento de mi hermano.
La mesa con su yuca y la cafetera cantora.
Ella que había perdido tantas veces,
Ahora a sus 73 años anuncia que ha de empezar de cero,
En algún lugar del planeta.
El perro brujo- ojos candela,
Esperando por más de quince anos mí retorno,
Y ladra en la ladera resguardando a mi pueblo.
El patio de arcillas amarillas y oscuras,
Tendida como sabana de infancia bajo los pasos.
El teal de aromáticos olores,
Alzado de verde sobre mis ojos.
Los nísperos y paltos antiguos,
Madurando al canto leve de mi madre,
Eso no heredaré.
Serán libres como las flores del café,
Con su roció jamás cortado.
Porque los cerros y arcoíris no tienen dueno alguno.
Sofia Buchuck
Árbol de la vida.
Alzado el árbol,
Sobre sus propias raíces.
Extiende sus brazos,
Hasta llegar al universo cósmico de los ancestros,
Interconectándose con la divinidad de dioses y estrellas.
Veo cada rama de este árbol,
como si fueran mis tíos y tías,
Mis hermanos mayores y hermanas;
Sobre ellos están otras ramas más pequeñas,
Ellos son mis primos y primas,
Mis sobrinos y sobrinas más grandes.
Los bebes sonríen desde su copa,
Son sus nuevas hojas,
Flores frescas de la familia,
En fuertes naranjas y azules,
Colgando desde la corona misma del orgulloso árbol.
A veces veo a mi padre bajo la lluvia,
Caminando solo y pensativo.
Mirando en silencio las diferentes generaciones de su entidad.
El cielo vierte entonces un leve suspiro,
Y del árbol emanan palabras sabias para sus nuevos pimpollos.
Al fondo del tronco,
Veo a mis abuelos y abuelas,
Abrazados descansan en el vientre de la tierra.
Veo el color violeta de la vida y de la muerte,
Entrelazándose como puentes entre las raíces mismas,
Hasta dispersarse para siempre en el vasto territorio de esta tierra.
Sofia Buchuck
Dedicado a mi padre.
***
Lo que heredaré .
Heredaré de mi madre su cocina,
Los manteles bordados bajo la luna,
Las ollas de barro arrinconadas en el gallinero.
Aquellas gruesas de hollín de las que nunca se deshizo,
Aun en inundaciones y huaycos cargo con ellas,
Y callada, Mi madre sabe que la fiesta es grande,
Y en ellas bullen los guisos más sabrosos.
Heredare los vasos altos y anchos,
Que entre cenas y veladas se habían juntado de varios juegos,
haciéndose familiares.
No aun no compres nada me dice a mis 33,
con su voz de amapolas suaves.
Heredare también los cucharones de madera,
Que cuelgan ya gastados en un palo desde el techo de la cocina.
Las gallinas y sus polluelos,
las mazorcas de maíz.
El danzarín pato,
los cuyes,
Y el gallo volador.
Heredare además el plato hambriento de mi hermano.
La mesa con su yuca y la cafetera cantora.
Ella que había perdido tantas veces,
Ahora a sus 73 años anuncia que ha de empezar de cero,
En algún lugar del planeta.
El perro brujo- ojos candela,
Esperando por más de quince anos mí retorno,
Y ladra en la ladera resguardando a mi pueblo.
El patio de arcillas amarillas y oscuras,
Tendida como sabana de infancia bajo los pasos.
El teal de aromáticos olores,
Alzado de verde sobre mis ojos.
Los nísperos y paltos antiguos,
Madurando al canto leve de mi madre,
Eso no heredaré.
Serán libres como las flores del café,
Con su roció jamás cortado.
Porque los cerros y arcoíris no tienen dueno alguno.
Sofia Buchuck
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